El matrimonio de Paul y Leslie en Miraflores, Lima

La entrada: lo bonito de esta iglesia es que la novia y su séquito entran por una puerta especial que está en la parte trasera del templo. La novia entra casi de sorpresa. La vista desde ese lugar es emocionante para una novia, pues ve como todos sus invitados voltean felices a verla. Para ese momento, los nervios ya se me habían ido. Mi mente estaba más preocupada en que mi papá y yo nos detengamos en el lugar indicado.

Champañada: tras la misa, tuvimos una pequeña champañada en los salones de la iglesia. Pensé que una hora nos iba a quedar corto, pero me equivoqué. Ese tiempo nos alcanzó para los saludos, las palabras de agradecimiento, el brindis, las fotos con todos, el lanzamiento del ramo y la entrega de los recuerditos y la torta.

Paseo de novios: lo realizamos en El Olivar. Tuvimos un pequeño traspiés al estacionar el auto en el parque porque no se podía quedar en cualquier sitio, pero no fue nada grave. Aún no tengo fotos de ese momento, pero en cuanto las tenga, se las compartiré para que vean el trabajo de la fotógrafa.

Recepción: la casa donde se realizó la recepción lucía muy hermosa esa noche gracias a los detalles sorpresas de nuestras mamás, así como al esmero que las personas del catering le pusieron a la decoración. Ya todos nuestros invitados estaban acomodados en sus mesas cuando llegamos. Al entrar, todos nos recibieron con palmas y gritos de alegría. Aquí bailamos nuestro vals, invitamos a que mi mamá y su papá ofrezcan algunas palabras, nosotros agradecimos una vez más, cenamos y festejamos. No contratamos "hora loca" porque no nos gusta eso, pero mi mamá nos sorprendió con pulseritas brillantes y antifaces que repartió a todos nuestros invitados y, sin querer, se armó un momento muy divertido y moderado, sin llegar a la locura de la "hora loca" (valga la redundancia).

Maestra de ceremonia: una tía mía se ofreció, entre otras cosas, a ser la maestra de ceremonia. Días antes, yo preparé el programa para que ella lo tenga de pauta ¡y sí que ayudó mucho! Lo hizo muy bien, mi tía. Hasta el final dirigió la ceremonia. Además, nos dio unas lindas palabras casi al inicio de todo. Gran trabajo.

Cena y tragos: optamos por un cordon bleu. Todos nos comentaron que querían repetir el plato porque estaba rico. Para las bebidas, contratamos una barra móvil desde donde salían todas las bebidas que nuestros invitados deseaban. También se podían acercar a ella, claro. Todo dependía de lo que ellos querían.

En fin. Fue una noche que ni yo ni mi esposo olvidaremos. Fue gratificante ver tan felices y cómodos a nuestros invitados que eso valió por mucho el año de preparación que tuvimos y todos los momentos de estrés por los que pasamos. Y lo mejor es que nosotros también lo disfrutamos muchísimo.

Disfruten mucho este tiempo, novias. Y créanme: si lo están haciendo en conjunto, si están diseñando la boda que ambos sueñan, el resultado será inolvidable. ¡Nos vemos!