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Matrimonio

Casarse en el siglo XIX: 10 dificultades de ser mujer y contraer matrimonio en esa época

Conoce las condiciones del matrimonio que reforzaban las brechas de género en el pasado y que por suerte han quedado atrás. ¡Sigamos luchando por reivindicar los derechos de la mujer en nuestra sociedad!

novia con vestido

Aunque hoy en día seguimos luchando por conseguir la igualdad de género, el avance es notable si lo comparamos con el siglo XIX. Las condiciones para las mujeres en esa época les daban un rol de seres inferiores, obligadas a reprimirse y sin opinión alguna. Comprometerse en matrimonio era más una obligación social que una elección por amor, y al momento de hacerlo, las circunstancias empeoraban aún más. Sigue leyendo para conocer 10 dificultades que debían enfrentar al contraer matrimonio.

Orgullo y prejuicio

1. Casarse con un hombre de mayor jerarquía social

Muy típico de las películas y novelas, las mujeres debían aspirar a casarse con alguien de mayor rango social para ser aceptadas, pero realmente la elección la hacían ellos. Los hombres buscaban tener un nivel mayor o igual al de la mujer para poder compartir relaciones sociales sin que hubiera demasiada diferencia.

2. Aceptar casarse con el primer postor

El matrimonio en el siglo XIX se trataba de arriesgar o perder. El riesgo era casarse con el primero que lo pedía, y la pérdida era rechazarlo y quedarse soltera. Si las mujeres no tenían el nombre de “señora” a una edad joven eran culpadas y mal vistas por la sociedad. Por eso muchas veces sus familias se encargaban de mostrarlas ante los hombres para atraer a algún buen postor que le pidiera la mano. Los matrimonios arreglados también eran pan de cada día.

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3. Renunciar a los propios derechos

Antes del siglo XIX, los derechos sobre el cuerpo de la mujer le pertenecían al esposo, pero ya en esta época se le dio la “libertad” de elegir. Ahora ella podía escoger si mantener su derecho o dárselo a su marido, un hecho que nos habla de un avance en comparación con épocas anteriores, pero que evidencia que aún faltaba bastante camino por recorrer.

4. Nunca refutar al marido

El poder lo tenía él. Siempre. Las mujeres casadas no tenían derecho a opinar en su matrimonio. Si alguna vez surgía una discusión, ellas no tenían más remedio que darles la razón a ellos para evitar que por la molestia pudieran ponerse agresivos. Si esto significaba sacrificar sus principios y tragarse su orgullo, pues así era.

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5. La satisfacción sexual era solo para él

La libertad sexual de la que podemos gozar en la actualidad era inimaginable en el siglo XIX. Las relaciones sexuales tenían como objetivo satisfacer solo al hombre, y de ellas dependía que esto fuera así. Debían buscar la posición adecuada para que el hombre estuviera satisfecho y limitarse a lo que él quisiera.

6. Ser una mujer trofeo

La apariencia física de las mujeres era muy importante para la reputación del marido. Debían arreglarse lo suficiente como para que ellos pudieran mostrarlas a la sociedad como un “trofeo”, pero no tanto como para que otros pudieran decir que se estaba aprovechando de su dinero. Pensar en un estilo propio era imposible.

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7. Olvidarse del maquillaje

Aunque hoy esto no es precisamente una dificultad, renunciar al maquillaje en el siglo XIX tenía connotaciones sociales importantes. Las mujeres de clases bajas podían ofender y humillar a sus esposos por el simple hecho de llevar maquillaje. Todo se trataba de complacer al marido, así que adiós maquillaje.

8. Fingir todo el tiempo

Con las represiones, malos tratos y pérdida de identidad, es muy poco probable que una mujer se sintiera realmente feliz en un matrimonio del siglo XIX. Sin embargo, el hombre no estaba dispuesto a recibir ningún reclamo o queja si algo la molestaba. Así que las mujeres debían mantener siempre una sonrisa si querían hacerle algún comentario o dar una mínima opinión sobre algún tema. Tal vez no era lo mejor, pero muchas veces por estas conductas podían conseguir algún beneficio o evitar una discusión.

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 9. Lidiar con la “histeria”

Se le llamaba histeria a la situación en la que una mujer no estaba contenta o satisfecha con su marido o matrimonio. En lugar de conversarlo para saber por qué, se daba por hecho que estas mujeres estaban enfermas porque no podían no complacer al hombre. Así, eran llevadas al médico y recetadas con cuanto medicamento se inventaba.

10. Ellos podían salir, ellas no

Si no les estaba permitido opinar ni vestirse como quisieran, mucho menos lo estaba acudir a eventos para divertirse. Los hombres, en cambio, tenían toda la libertad para salir sin decir nada, y la mujer debía quedarse en casa sin decir ni una palabra. Solo si el hombre estaba de buen humor y su esposa le pedía permiso, también podía ir con él.

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Es duro conocer las condiciones para las mujeres en épocas antiguas y al mismo tiempo reconfortante saber que se ha progresado bastante. Sin embargo, las sociedades desiguales donde predomina el machismo siguen siendo mayoritarias en varias partes del país. Así que, si bien no seguimos en el siglo XIX, aún falta mucho por hacer.

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